Buscar este blog

viernes, 7 de enero de 2011

“La cultura de la pobreza”

La forma de ver el mundo, de interpretar la realidad se forma a partir de la información que poseemos. Cada uno de nosotros poseemos una preciosa gota de esa información desde la que interpretamos el mundo, y cada una de estas pequeñas gotas, que procesan información y elaboran una respuesta, tiene su valor individual y, más importante, colectivo. Desgraciadamente no se puede saber todo. La cantidad información es abrumadora, sólo un sistema de complejidad superior al individuo, aún basado en él, puede analizar ese aluvión de datos y dar una respuesta coherente, o por lo menos “más acertada”. Dada esta limitación, la información que cada uno tiene, adquiere un valor para el grupo, produciéndose la especialización tan característica de las sociedades. Realmente se procesa mucha más información de la que queda “grabada”. Aún toda la que llega a procesar un solo individuo sigue siendo una gota en el océano. Esta parte “grabada” suele ser una abstracción, de hecho es lo que se ha aprendido, de toda la información procesada. Metafóricamente, da igual el camino que recorres en bici, lo importante es que has aprendido a montar en bici. Ahora, una vez sabes montar, puedes moverte por terrenos desconocidos. El procesado de información es ese recorrido, y con él se aprende a montar en bici de una forma única. El problema con el símil es que la idea de bici está normalizada y más o menos casi todos montarán muy parecido (aunque de forma única). No ocurre así con la información. Cada uno recibe una bici distinta, cada uno tiene instrumentos muy diferentes, y por eso cada uno monta a su manera y piensa a su manera, y cada una de estas formas de pensar tienen valor para sociedad. Incluso cuando la forma de pensar deriva precisamente de la falta de información (de recorrido). Así, sin bici, como en La cultura de la pobreza (Gamoneda, 2007), sin acceso a bibliotecas selectas, sin conocimientos de idiomas, alienados por el trabajo y el cansancio, también se generan pensamientos únicos, se siente de manera única, se ve el mundo de manera única, y además es reconocible por signos de tipicidad que él mismo describe. Pues hasta ese procesado de información es útil para sociedad.

El problema, aunque todo esto suene muy bien, es que la expresión de estas distintas formas de pensar, de síntesis de información, de abstracción individual, no encuentran un camino para su expresión, para mostrar su poder creador. En palabras de Gamoneda “…condenados a padecer la Historia pero nunca a protagonizarla”. Aún sabiendo que en teoría podría ser positivo para la sociedad, que ahora deberíamos concebirla como mundial (con todas sus zonas pobres y en guerra) las élites se muestran resistentes a la participación y nos relegan a una posición de espectadores, desde la que no podemos aportar nada, arrebatándonos nuestra soberanía (en sus términos) y nuestro derecho natural a expresarnos en los míos.






El error de inversión (2005)

A tenor de las ventajas que supone "invertir" en la compra de una casa, está claro que el alquiler es un montón de dinero tirado. Sin embargo, encuentro ciertos alicientes para vivir de alquiler, y desde luego, también soy consciente de las dificultades y problemas que plantea una hipoteca, es más, en contra de la opinión general, lo veo como un montón de vida tirada.

Después de ver a nuestros vecinos forrarse con tal terreno o casa que poseían, a las inmobiliarias, constructoras y empresas relacionas multiplicarse y oír en bolsa lo seguro de este sector (más todavía en España) es casi imposible no pensar que eres el único gilipollas que no está ganando pasta con el tema. Surge, casi de inmediato, una asociación directa entre el problema de tener que vivir en algún sitio y, ¡qué bien! poder invertir en este sector tan importante y seguro. Además vivir de alquiler cuesta dinero, y claro, ésto se contabiliza como ganancias brutas, porque ahora estás invirtiendo, ya no tiras el dinero, algún día será para ti con intereses, ¡joder!, es perfecto. No sé si movidos por algo parecido o por algo completamente diferente, pero la tentación de comprar casa a ciertas edades es ineludible, incluso parece que estás perdiendo el tiempo si no te hipotecas.

Este afán de poseer "tú casa" es precisamente lo que hace que vaya tan bien el sector, es lógico pensar que las empresas de éste intenterán maxificar los beneficios, como por ejemplo incrementando la demanda a través del marketing. Quizás ese sueño dorado no es más que el fruto de un marketing hiperactivo, porque a decir verdad, lo de hipotecarse no es ninguna delicia. Exige un gran esfuerzo económico para la mayoría y dura un período de tiempo tan largo, que no se puede saber que cojones va a pasar dentro de 20 años, y si vas a poder seguir pagando la hipoteca los otros 10 años que restan. Yo jamás podría jurar que voy a pagar todos los primeros de mes de los siguientes 30 años, de hecho se dan facilidades y flexibilidad (cuando puedas, pero paga). No sé si la gente lo percibe, pero esto es una carga qué muy fácilmente no dará los beneficios esperados, ya que, a parte de perderla por cualquier circunstancia, también es posible que simplemente pase a los hijos, sin la recogida de intereses económicos prometidos en el sueño inicial. En el cual, también se esboza una especie de futuro lejano en el que ya no se tiene que pagar por vivir, cosa bastante discutible teniendo en cuenta los simples gastos de mantenimiento de una casa de 30 ó 40 años o lo fácilmente que se puede terminar en una residencia.

Podemos echarle un vistazo a la realidad, está claro que tener una casa o cualquier propiedad (sin contar con la bancarrota) te da seguridad, es un ahorro obligado y una salvaguarda, pero ahora bien, ¡¿ese esfuerzo merece la pena?!. Desde nuestra posición económica, ¿de verdad merece la pena?, ¿se evalúan los riesgos y se calculan los posibles beneficios reales? Más bien se sigue la corriente del país, que no del resto del mundo, y como a unos les ha ido bien, pues bien para todos. Otro sesgo en la valoración de riesgos, mucha gente pierde su casa o van a la ruina, pero casi no se habla. Existen otras muchas deformaciones de la realidad pero todas apelan al mismo dilema: ¿se "facilita" realmente la compra de una casa? o ¿se fomenta masivamente ese sentimiento de poseer "tú casa" pero al mismo tiempo se exigen un esfuerzo y tiempo desproporcionados? Para pasar por el aro hace falta una fuerza que empuje o que atraiga, en este caso ataca por los dos flancos, primero se fomenta el sentimiento humano normal hasta superlativarlo, atrayendo hacia la compra y luego, se le empuja con medidas fiscales favorables y, por supuesto, más bienestar.

A parte de mi denodada inclinación a reaccionar contra cualquier movimiento que parezca demasiado bien montado y que, a mi modo de ver, presenta síntomas claros de manipulación y falsedad, de todos los inconvenientes que pueden acaecer sobre el que se hipoteca, del tiempo invertido, de las privaciones y de todos los males que vea cada uno, también es muy cierto que puede dar suculentos frutos y que unos la llevan mejor que otros.

En mi caso, y quizás por auto convencerme, veo oportunidades de vivir mejor de alquiler. En el resto de occidente la clase media vive así, los precios son tan abusivos que la gente no se plantea hipotecarse años, y algunos podrían ser propietarios antes que un español, pero a su modo de ver no es rentable. Yo siento algo parecido, no creo que merezca la pena esa inversión, puede serlo económicamente (con sus riesgos y esfuerzo) pero desde mi punto de vista, y aclaro que es algo personal, quiero vivir en alquiler y emplear mi dinero en otras cosas que considero más importantes que una propiedad (que encima puedes perder en cualquier momento) tales como en mi formación y en mi ocio. No tiene porque ser así el resto de mi vida, es solo que ahora, a esta edad y en estas circunstancias prefiero invertir en mi. Me parece bien la gente que se hipoteca, pero es como clavarte a un lugar (con sus cosas buenas y cosas malas). Se argumenta que se puede vender en cualquier momento. Sí, si lo necesitas de verdad, porque en esta maniobra siempre se puede sacar más retrasando la venta y evitando las penalizaciones, por lo que en la toma de decisiones acaba venciendo la lógica economico-matemática y gozas de un grado de libertad menos. Esto no es todo, una vez inamoviblemente ubicado quien te toque al lado es impredecible y seguramente habrá bueno y malo. Hasta puede que no te guste vivir allí.

Para el alquilado esto es otra historia, como para todos jode una mudanza, pero el alquilado está menos arraigado y tiene experiencia, puede vivir en el centro mientras puede pagarlo y le gusta el ambiente, y quizás un año a las afueras, más barato y con menos agobios y gastos, le ayude a pagar el coche. Si la situación con los vecinos no es placentera, adiós, que el barrio ya no es lo que era, adiós, que me dan trabajo fuera, adiós, que cae el edificio, adiós. Una ciudad muestra caras diferentes según donde se viva, ¿cómo puedes saber donde te gusta vivir si nunca has vivido?, un alquilado tiene la oportunidad de vivir en un surtido conjunto lugares y ambientes, recordando cosas buenas y malas de cada lugar y comparándolas con el estado actual. Sin duda cuenta con mejor información, sabe qué puede soportar mejor de las comunes deficiencias de un hogar y qué es inadmisible. Un alquilado cambia de decoración y de colchón mucho más a menudo que un clavado, a lo largo de los diferentes hogares y momentos de la vida se expresa de una manera acorde con esos instantes, el clavado revive el día que eligió los muebles y electrodomésticos antes de clavarse, al menos, una década. Aunque esto pueda parecer superficial, es justamente lo que venden al decirte: "...que es TÚ casa".

Para el alquilado el cambio no es un momento de trance, forma parte del ciclo, se puede retrasar más o menos atendiendo al momento, pero sabe que puede ser cualquier día. La actitud ante este cambio suele ser positiva, primero se acabaron todos los problemas de esa zona (rencorosamente recordados), la nueva zona elegida, acorde con donde quieres vivir en ese justo instante, a menudo despierta cierto orgullo y satisfacción. Este bienestar se puede repetir cada año, sin embargo, para el clavado solo existe la primera vez (o quizás dos). Luego, todo esto cambia, el alquilado lo sabe, por eso disfruta al máximo la etapa de novedad y descubrimiento (conociendo de verdad el lugar) y a veces gusta, otras para un año o dos esta bien y otras, se va. Pero estas libertades de movimiento, de cambio, son el fondo, el verdadero atractivo reside en la forma de vivir, que es muy parecida a la de propiedad, pero goza del tan beneficioso cambio, de la variación, de la experiencia que permiten un ajuste mayor al lugar y a las circunstancias y reportan un beneficio neto que es vivir donde uno quiere y no donde compró la casa.






Agente Tutor

Esta maravilla publicitaria está en el kiosco abandonado del puente de hierro. Cada vez que paso por su lado me hierve la sangre. Viendo por la calle semejante insulto a la dignidad individual me da por pensar y cabrearme. ¿Tutoooor? Joder. Encima la fotito con el niño ¡pero si hasta tiene tintes pederastas! Esto saca de quicio, es el puto colmo de la cara dura, de la desfachatez: no sólo te manipulan, sino que además se ríen de ti, jocosamente, haciendo publicidad de ese control con tu pasta. Cabrones.

Decía Bukowski que el trabajo de los agentes del orden es mantener las cosas como están, si te gusta como están las cosas, todos los policías son buenos, si no te gustan, todos los policías son malos. Síntesis magistral donde las haya. La policía es simplemente el brazo ejecutor. Su trabajo es hacer que se cumplan las leyes que el gobierno (en teoría todos) ha impuesto. Y con algunas leyes podrás estar de acuerdo y con otras no. Harán que pagues la renta, harán que no bebas en la calle, harán que no aparques y harán por protegerte de enemigos ultra-numerarios que llenan las peligrosísimas calles de tu ciudad. Acogiéndose a este último punto, nos han endosado todo lo demás. No dudo de que hay asesinos, violadores, ladrones y pederastas, pero ¿cuantos? ¿Hacen falta tantos agentes del orden para dominar y castigar? ¿Hacen falta tantos para controlar a los que se “atrevan” a cometer el delito, o tan si quiera para infundir el miedo a la minoría que sufra esos instintos? ¿Por qué sube el número de policías en relación a la población y no al número de delincuentes? Estos desmanes del ser humano tanto a nivel temporal de cada individuo (todos reconocemos esas bajas pasiones en cierto grado), como a nivel del número de individuos en una población, son bastante escasos. Además desde las épocas en las que el ser humano vivía en asentamientos mínimos (con unas 30 personas y hace 25.000 años) estaban controlados por el grupo y no existía una autoridad personificada que “ejecutase” el poder, así el poder dependía de la aceptación de todos y no de los que controlasen al “brazo ejecutor”.

Cuando uno acaba gobernando semejante “arma” pronto advierte que su utilización y aceptación depende de su necesidad, hay que crear esa necesidad, hay que intimidar a la población con la posibilidad de caos, de peligro, de que es necesaria para mantener el bienestar. Creo que en cierta medida sería útil tener esta fuerza en nuestro favor, siempre y cuando representase los verdaderos intereses de la población. El problema, al menos para mi, es que nunca he notado que estén a mi favor. Parecen usar toda una parafernalia para convertir una necesidad real en la sociedad (esa defensa) para articular todo un método de escrupuloso control para que cumplas normas que ni sabes como se aprobaron, ni el sentido que tienen o, ni tan si quiera, si son beneficiosas para ti. Menuda mierda más grande.

No sé si le pasará a los demás, pero hace tiempo que no veo a un “policía amigo”. La imagen en la que yo estoy nervioso viendo el cogote del madero mientras me defiende de no sé que peligro es un pequeño sueño (me robaron en la puerta del Eroski). La que me parece más real y cotidiana es ésa en la que tengo al madero de frente, cara a cara, pidiéndome el carnet o el seguro o las botellas o los porros… Hasta cuando lo tengo todo en regla y me considero totalmente en el sistema (esos dignos momentos) si veo un policía no me digo: ¡Bien! Deben de estar buscando algún delincuente y quieren ver si puedo ayudar. Me piden mis datos, esperan con cara de sospecha (ojo, no culpable) y si todo va bien, adiós. ¿A qué delincuentes buscaban? ¿A los violadores, asesinos o pederastas? Más bien, soy yo el que se siente delincuente, soy yo el que hace botelleo, soy yo el va a 140, soy yo el que tiene porros, soy yo el que atenta contra la propiedad intelectual y pirateo, soy yo el que intenta librarse de hacienda… ¡soy yo el delincuente! Equiparado con naturalidad a esos pederastas, violadores y asesinos… Soy alguien que por copiar un CD queda penalizado, marcado en nombre de ¿qué? ¿del civismo y de la moral? Alguien que irá a la cárcel por ir a 140 (sólo por la probabilidad de producir más muertes, no por la certeza que producen los gases tóxicos de mi vehículo), alguien a quien se le pedirá el DNI por estar a las tres de la madrugada hablando en un parque. A este ritmo todos estaremos fuera del sistema, todos seremos o delincuentes o delincuentes potenciales. Y así, sin que nadie pueda estar completamente “limpio” se podrá tener una excusa para encarcelarte cuando representes un verdadero riesgo.

El puto cartelito lo que viene a recordarme es que se me imponen muchas cosas que me parecen superfluas para la verdadera, pacífica, ordenada y feliz vida en sociedad (otra cosa es que sean útiles para el control) y que a verdaderas injusticias como los fraudes financieros, las tramas de poder, el atropello a los derechos humanos, los atentados a la sanidad pública, las guerras imperialistas, el monopolio de la propiedad intelectual y otros asuntos de interés para todos quedan totalmente desterrados de las preocupaciones de la sociedad. La sociedad debe decidir sobre temas sencillos, triviales, pero nunca participar de la toma de decisiones sobre temas de poder, dirección o economía, aún cuando estos vayan en su perjuicio o no les beneficien en absoluto. Y recordándome esta dolorosa injusticia y lo poco que me gusta como están las cosas, encima me ponen al policía, al brazo ejecutor que no piensa, ¡¿de tutor?! diciéndome que aprenda a obedecer y hacer cumplir las normas sin pensar (como un buen policía), invitándome con malicia envenenada a ser el brazo ejecutor y ocultándome astutamente la posibilidad de ser la cabeza pensante… Hijos de puta…






Limitaciones al poder

Resulta revelador el hecho de que a ciertos elementos del comportamiento humano se les impongan límites esgrimiendo la excusa de representar un peligro para la sociedad en conjunto (drogarse), mientras a otros razonablemente igual de peligrosos se los promueve masivamente (hacerse rico).

Ahondar en la psique humana exige una mínima perspectiva hacia el pasado, con dos frentes, nuestra pertenencia al mundo animal y la adquisición de un nuevo nivel en complejidad relacional (organización) definido como sociedad. El estudio del ser humano como animal, incluso como animal social, ha arrojado numerosos datos para poder entendernos y comprender la realidad que percibimos, los sentimientos que co-gobiernan nuestras decisiones y el impacto de éstas en el futuro. La máxima conócete a ti mismo es más apropiada a nivel de especie que a nivel individual, donde la abrumadora variación nos oculta los patrones. Hablar en términos de población nos capacita para descubrir problemas del ser humano, no de individuos particulares y nos permite saber que circunstancias provocan reacciones negativas para el conjunto.

También se cuenta con una abultada literatura histórica para estudiar la evolución de las relaciones de poder en las distintas sociedades y qué circunstancias rodeaban los cambios paulatinos y las revoluciones puntuales en dichas relaciones.

Que el asesinato sea condenado por la ley se tiene bastante bien asumido, aún cuando en esta misma ley existen excepciones, como la defensa propia. Las normas sobre el robo también reflejan el principio de libertad hasta que comienza la de otro individuo. De estas relaciones con la justicia podemos sacar la conclusión de que ciertos instintos deben ser reprimidos cuando son negativos para el conjunto. No siempre se consigue y para ello se han desarrollado medios para castigar a los individuos que representan el peligro para el conjunto. El tan humano instinto de poder también adolece de ciertos peligros hacia el conjunto.

Hemos aceptado un poder superior, supraindividual, el Estado que nos representa a todos. Esté, aunque nos representa a todos está representado por individuos particulares, entre los cuales existirán, seguramente, sabios, ladrones, religiosos, asesinos, mentirosos, violadores, trabajadores, soñadores, drogadictos, etc. Es decir, una representación de nuestra sociedad, y entre ellos también se desarrollará en instinto de poder. Para esto, evidentemente, también existen leyes que lo regulan y previenen. Asimismo para las empresas también existen leyes antimonopolio que impiden acumulaciones de poder (en este caso en el mercado). Como vemos existen precedentes de la negatividad de la concentración de poder.

Asumiendo que el dinero es poder, y lo es si existe la voluntad (instinto) de obtenerlo, y todos hemos cedido nuestro poder individual y riqueza conjunta a un Estado, éste, que nos representa a todos, incluidos empresarios, debería de ser, obligatoriamente, el mayor poder. Sin embargo, el Estado aunque reúne ingentes cantidades de dinero-poder, no es el mayor productor de dinero siempre. Muchas ideas-empresas que se desarrollan en su seno, es decir en nuestra sociedad, generan en ocasiones más dinero-poder que él mismo. Incluso aunque no lo superen, su peso-poder es tal en la economía global del país que ponen en jaque el poder que nos representa a todos. Las implicaciones son mayores, los peligros rozan la catástrofe (la pérdida de la libertad) y llevan directamente a la aparente libertad de unos muchos bajo el verdadero control de unos pocos (J. Madison, 1792), ya que “dominando” al Estado, nos dominan a todos. Cuando el poder del Estado, el poder de todos, entra en jaque, es cuando los sistemas de defensa del conjunto deben actuar (o deberían). Es perfectamente normal y lógico que el ser humano sienta el instinto de poder, que busque todas la formas de conseguirlo, igual que el ladrón busca su “sustento”, pero como es perjudicial y peligroso para el conjunto, pues se toman medidas, tanto legislativas como ejecutivas para la defensa. A este respecto, una acumulación excesiva de dinero (poder) en manos de unos pocos (empresas, bancos, corporaciones… todas fuera del alcance de la democracia) debe ser impedido a toda costa. Aparenta llevar ciertos tintes comunistas lo de poner un techo a las ganancias de una empresa, aunque este límite esté realmente alejado y permita una enorme variedad de “capas económicas”. Dicho límite, siguiendo esta línea de pensamiento, sería aquel en el cual el poder del Estado ya no representase el mayor poder o aquel en el que ya no actuase con independencia, es decir, cuando se hiciese demasiado dependiente de cualquier otra fuente de poder (la privatización de la energía, agricultura, banca…condenan a esta dependencia).

Nunca he sido muy amigo de las acumulaciones de poder, ni si quiera para el Estado, siempre llevan a una jerarquía negativa (de las de arriba-abajo) y son susceptibles de ser controladas por unos pocos (sólo hace falta controlar a los pocos que ostentan el poder, no a la mayoría, justo lo que le pasó al comunismo). Pero ya que aceptamos este modelo (democracia) al menos que cumpla sus bases y sea el Estado el que controle y mande, y no sea (como ya se predijo que acabaría siendo) la herramienta que otras fuentes de poder usan en su beneficio y en nuestra contra.






Badenes: educando a la población

Estaban de obras por la universidad. Levantaban toda la vía perimetral para colocar los llamados guardias tumbados, esos coloridos badenes que brotan por nuestras ciudades como las setas en otoño. Según tengo entendido, su utilidad reside en conseguir, eficazmente, que el conductor reduzca la velocidad en determinados puntos (que no entre ellos). Camuflados de pasos de peatones, estratégicamente colocados, se extienden por toda la infraestructura urbana “controlando” de manera impositiva la velocidad.

Este cambio, forzado e irrevocable a corto plazo, merece algunas reflexiones. Hace algunos años recuerdo que con el mismo descaro e intencionalidad la ciudad de Murcia pobló las aceras de todo el centro con pivotes anti-aparcamiento. Este curioso paralelismo pone de relieve la forma de actuar de las administraciones. Aquí no se trata de educar, de convencer al conductor sobre la valía del código de circulación, de darle la oportunidad de interiorizar las normas y que las asuma libremente, sino de imponer físicamente la prohibición.

Supongo que esta forma de actuar se basará en algún entramado doctrinal, algún conjunto de ideas que dirijan tales decisiones. Si es así, es posible que esa misma forma de pensar se aplique a otras facetas de nuestra sociedad, y ante el fracaso de convencer/educar al ciudadano sobre los beneficios de la sociedad, ésta se le tenga que imponer.

En el caso particular de los guardias tumbados es que ni tan si quiera están bien pensados. En el sur de Francia, para conseguir el mismo efecto se estrechan considerablemente los laterales de la calle. A veces, en la entrada de un pueblo la calzada se divide, y la parte en dirección al pueblo presenta una curva cerrada que rodea un jardín. Además de la estética presenta una ventaja: un conductor adiestrado, como el de una ambulancia o policía puede maniobrar para pasar rápidamente por este tipo de obstáculo, cosa imposible con el badén. Parece como si este inconveniente no se hubiese tenido en cuenta. Me parece lógico y bien tomar medidas para reducir los accidentes mortales, pero se deben de tener en cuenta otros factores, incluidas excepcionalidades como los vehículos de emergencia, para precisamente lo mismo, evitar más muertes y seguir teniendo una red de carreteras funcional en cada circunstancia.

Un sistema adaptable, que se puede comportar de manera diferente según las circunstancias es eficaz en un mayor rango de condiciones. Antes nuestra circulación urbana presentaba esta adaptabilidad, evidentemente no estaba pensada e implementada, sino que a falta del impedimento físico, ante circunstancias en las que las normas no funcionaban, se establecían otras ad hoc para adaptarse a la nueva situación. Esto ahora es imposible, o bastante difícil. Imaginemos un incendio en las instalaciones de la universidad. Si la magnitud fuese considerable, implicando bomberos, policías, ambulancias, evacuación, el avance a trompicones por toda la vía perimetral sería negativo y perjudicial. Sin embargo, un sistema sin impedimentos físicos, basado en una población que ha asumido el código y lo respeta por convencimiento propio (como ya hace en cierto grado, todos vamos por la derecha) ante esta eventualidad puede adaptarse, porque las normas, la forma de operar, puede cambiar y el recurso, en este caso la red de carreteras urbanas, puede explotarse mejor y de distintas maneras.

Se puede contrastar el comportamiento con otros ejemplos. La mayoría aceptamos muchas normas sociales. Aunque cuentan con un sistema de penalización, no están físicamente impuestas. Podemos matar, robar, golpear, romper, humillar… aceptamos que ese comportamiento es negativo en y para la sociedad (y probablemente para el mismo individuo que lo acomete) y establecemos unas normas para reducir (que no eliminar) su práctica. Sin embargo no está físicamente impedido, y si en alguna circunstancia, como la guerra, la hambruna, la defensa propia, requiere de un cambio de normas, la sociedad es adaptable a esa nueva situación.

Aunque investigaciones sobre el comportamiento social, muchas llevadas a cabo tan sólo con fines de marketing, demuestran que la sociedad tiene patrones de comportamiento influenciables, parece como si se hubiese perdido toda esperanza en la educación de la sociedad. Masa, masa incontrolada con la que no se puede tratar, a la que es imposible aleccionar, educar, dirigir sino es mediante el uso de la fuerza física.

El tráfico es una expresión en miniatura de la compleja relación de los individuos con un sistema de normas, en él podemos ver reflejados problemas virtualmente iguales a aquellos con los que se enfrenta o se enfrentará la sociedad. Si la imposición física es la solución adoptada para hacer cumplir una norma, pronto nos podemos enfrentar con una administración pública prepotente, altiva y sorda que hace cumplir sus normas por la fuerza y en la que los ciudadanos no asumen las normas manifestando así su aprobación y conformidad, sino que se ven sometidos a ellas.






Bar&Co

Un ligero humo ascendía desde abajo, las llamas trepaban como finas capas de luz acopladas a la pared, el calor era soportable, su café estaba delicioso, y todos iban a morir congelados.

Se agachó, cruzó la barra y se preparó otro. Volvió a su mesa. Puso azúcar, leche y lo agitó muy lentamente. Dio un sorbo y cuando fue a dejar la taza el plato había desaparecido. Escoraban a babor, el final debía estar cerca, pero se sentía extrañamente cómoda, segura. Ni tan si quiera las desgarradas voces de los que todavía tenían esperanza conseguían alterarla. Sorbió mientras se acercaba a mirar por el ojo de buey, el espectáculo era único: barcazas repletas de miedo, la silueta anaranjada en el océano negro, decididos saltadores, bengalas iluminando el cielo, una cortina de restos incandescentes, la tripulación dando órdenes al caos, el tranquilo y cálido bar, el delicioso café… Se sorprendió, sonría.

El capitán prendió el equipo, la sensual música (Cry to me de Burke) rebasó al eco y los inundó. Húmedos, calientes, sensualmente ajenos al fin bailaban al compás de ese rítmico caos… Eran las dos únicas personas que no tenían que abandonar la nave, la una por culpa la otra por obligación, pero la espera de la justicia y del deber se hizo demasiado fascinante para trivialidades. Sin hablar, mirándose más allá de los ojos, se descubrieron el uno en el otro, saltaron. La curiosidad por sentir arrasó, tenían derecho a vivir y el último batel estaba allí.






El último bar sobre la Tierra 3

Llegó aterido, húmedo y cansado. Pero había llegado. Se quitó la nieve del sombrero, del abrigo, entró. La calidez, el humo, la algarabía, el olor. Concuerda –pensó. La gente se besaba, bailaba, bebía… ‹‹hasta exhalan humo››. Vitrinas, comida, coloridos líquidos brotando de sinuosos grifos, el ruido de las risas y el cristal. Se acercó hasta la plasticometálica barra, agitó la mano –como había visto– y señaló un burbujeante líquido melindroso. No hablaba el idioma, pero ése no era el único problema que había tenido que superar para encontrar el Bar, el último bar, poco más que un rumor en boca de marginados. Ahora estaba allí y su cita se retrasaba.

La pretendida decoración de época deslucía salpicada de elementos modernos, pero el ambiente era auténtico, la gente no se comportaba como ahí fuera. Se tocaban, se burlaban, conspiraban en apasionantes discusiones, se enfadaban… Paseó la vista por toda la habitación, el techo abovedado cubría varios niveles conectados por una espiral abarrotada de pequeños puestos. Aterrizó sobre la mirada de una morena. Sonreía. Un trago una palabra, dos palabras una copa. Intimidad.

Estar con la gente del bar. Al sabor de la leyenda sólo le faltaba el secreto que encerraba aquel lugar, y que su cita, la persona que le había vendido el mapa, quería contarle.